Lago Agrio
Crónicas
Lago Agrio, inolvidable
Allá por el mes de marzo de 1970 ingresé a trabajar para Texaco, en su campamento de Santa Cecilia, en la entonces provincia de Napo (posteriormente, a unos 15 o 20 kilómetros de ahí se fundaría la ciudad de Lago Agrio o Nueva Loja).
Allá por el mes de marzo de 1970 ingresé a trabajar para Texaco, en su campamento de Santa Cecilia, en la entonces provincia de Napo (posteriormente, a unos 15 o 20 kilómetros de ahí se fundaría la ciudad de Lago Agrio o Nueva Loja).
En el mes de junio de aquel año, me las agencié para “conocer” el campo petrolero denominado ‘Lago Agrio’. Y lo hice, subrepticiamente, convenciéndole a un piloto español que me llevara. Fue así como llegué a Lago Agrio, a bordo de una pequeña avioneta turbohélice, conocida como “Machaca” o “Stol” de fabricación suiza, que hacía un ruido infernal porque uno iba prácticamente pegado a la única turbina que tenía. Fue un corto vuelo de apenas 7 u 8 minutos desde Santa Cecilia.
A la fecha -junio de 1970- ya había en Lago Agrio una pista de aterrizaje de lastre y una bodega de químicos para la operación petrolera a la cabecera de la pista. Y estaba en plena construcción el Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (SOTE). Y para tal efecto se construía una carretera paralela a dicho oleoducto. Se observaban trabajos de suelda, uniendo tubos gigantes de unas 60 o más pulgadas de diámetro.
Más o menos en octubre de aquel año, Texaco se mudó de Santa Cecilia a Lago Agrio. Y coincidió con la culminación de la carretera de Quito a Lago Agrio, dando pie a una masiva entrada de colonos procedentes fundamentalmente de la ciudad de Loja, donde se vivía una sequía terrible que obligó a sus habitantes a migrar a otras ciudades del país, incluyendo a El Oriente. Desafortunadamente, junto a los audaces colonos llegaron también las empresas madereras que comenzaron a cosechar la milenaria madera sin ninguna compasión.
Se dio cumplimiento a la Ley de Reforma Agraria y Colonización en base a un decreto promulgado en época de la dictadura militar de 1963. Y todo el mundo, inclusive quien escribe esta nota, denunciamos al entonces IERAC que nos asigne un lote de unas 40 hectáreas. A mí me tocó por el sector de Cascales frente a Barranca Bermeja de Colombia, que es un área por decir lo menos, muy peligrosa.
No puedo borrar de mi mente que la FAE ayudó a transportar familias enteras a Lago Agrio. Recuerdo que una vez en tierra los dejaba en la cabecera de la pista. Ahí se los veía como para una foto del “recuerdo”, con expresiones de sorpresa y de ilusión a la vez, con ansias de encontrar una mejor vida para sobrevivir.
Felizmente, algunos empleados de Texaco les ayudaban a integrarse a su nueva vida en la “selva”, aprovechando las vías secundarias ya existentes que servían para transportar los taladros de perforación petrolera.
Ahora Lago Agrio es una ciudad pujante de unos 100.000 habitantes, con hostales, hoteles, plaza de toros, agencias de turismo, reservas selváticas, parque de recreación, un Centro de Atención Ciudadana. A la fecha inclusive podemos encontrar allí la Politécnica del Ejército.
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