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Crónicas
La vista de Alfonso Arroyo Robelly a Lago Agrio
Todo transcurría en forma “aparentemente normal”, hasta que el piloto me dijo, con una dosis de nerviosismo: “ayúdeme a divisar al río Aguarico”
En el año 1971, el Dr. Alfonso Arroyo Robelly visitó Lago Agrio, en su calidad de ministro de Recursos Naturales y Energéticos de Velasco Ibarra.
Fui comisionado por la compañía petrolera para la que trabajaba, para que lo transportara desde el aeropuerto hasta el río Aguarico. Cometido que lo cumplí a cabalidad, no sin antes salvar algunos escollos: así el hecho de que yo esperaba al ministro en la terminal de Texaco a la cabecera de la “pista”, y no fui advertido que llegaría al área de la terminal pública (que todavía estaba en construcción). En fin, todo esto sin celular, es decir “a la sordina”.
Vimos que el avión aterrizaba y alguien decía a gritos: “¡El ministro ya está aquí… ya veo el avión en la terminal pública!”. En cuanto escuché esto, me encaminé a toda velocidad hacia dicha terminal, para proveerle el transporte mencionado. Al llegar observé como se disputaban en forma desordenada por ayudarlo; era un verdadero caos. Pero se tranquilizaron cuando yo les ofrecí una camioneta de la compañía. Enseguida, subió el ministro rodeado por su gente (ellos ignoraban que por la tensión y el apuro me abollé el dedo índice en la puerta del vehículo).
En pocos minutos llegamos al río Aguarico para cruzarlo en la gabarra, y para el efecto, había que hacer una maniobra rápida dando un brinco para subir el vehículo a la rampa de la gabarra, venciendo el movimiento de las aguas del río allí arremolinadas, momento en el cual noté que el ministro siempre manteniendo su sobriedad, solo regresó a verme de reojo.
En la orilla opuesta, una vez que llegamos, todos se apresuraron en ayudarlo a abordar otro vehículo que lo llevaría hasta su destino, por lo que sentí muy aliviado, y me dije a mi mismo: “¡misión cumplida!”.
Mas tarde en el día fui informado que el ministro había dejado olvidado un folder en Lago Agrio. El asunto es que con “Raymundo y todo el mundo” lo ubicamos. Nuevas instrucciones: había que llevarle el folder al campamento de “El Eno”. Bien, igualmente, tipo “mensaje a García”, así lo hice. Dejé el folder en “El Eno” y me dispuse a retornar a Lago Agrio.
Ya estando en vuelo en una de las machacas noté que obscurecía un poco y el piloto movía frenéticamente una serie de manómetros y observaba hacia abajo. Todo transcurría en forma “aparentemente normal”, hasta que el piloto me dijo, con una dosis de nerviosismo: “ayúdeme a divisar al río Aguarico”.
Traté de ayudarle, pero no veía otra cosa que nubes y un poco de selva. Me tensioné mucho pero preferí mantenerme en silencio hasta que el mismo piloto exclamó: “¡Allí está!… lo ve? yo asentí que sí, que sí lo había visto, y efectivamente abajo se veía un río serpenteante. En fin, luego de un buen susto el piloto ya se ubicó bien, y aterrizamos felizmente en la -entonces- “pista de aterrizaje” de Lago Agrio. ¡Qué maravilla retornar a casa!
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