Pueblos Indígenas
Esta es la historia de los abuelos secoyas que fallecieron probablemente por COVID-19
Los secoyas denunciaron la falta de atención en esta emergencia, que hasta el momento ha cobrado la vida de dos de sus ancianos, un médico y un arquitecto ancestral
Los secoyas denunciaron la falta de atención en esta emergencia, que hasta el momento ha cobrado la vida de dos de sus ancianos, un médico y un arquitecto ancestral. Su pérdida es un golpe para este pueblo indígena, a quienes tardíamente les han hecho pruebas para COVID-19. Su población es de apenas 700 personas y temen que este virus ponga en riesgo su sobrevivencia.
La caída del ‘doctor abuelito’
Enrique Piaguaje era uno de los médicos ancestrales de los secoyas ecuatorianos. Falleció el 14 de abril. Pertenecía a la comunidad Bellavista, de la parroquia San Roque, cantón Shushufindi, en Sucumbíos. Tenía entre 68 y 70 años de edad.
Hasta Bellavista llegaba la gente en busca de Piaguaje para encontrar alivio a sus dolencias. Preparaba medicina para la fiebre, el dolor de músculos, la gastritis, que según sus pacientes era muy efectiva. Usaba sangre de drago, la leche de sande, verbena, ajo de monte, chuchuhuazo, uña de gato, jengibre, bálsamo, cedro. Solía enviar su medicina, en botellas plásticas, a Shushufindi para que sus compañeros de Bellavista vendieran su producto. Uno de los niños de la comunidad le puso el sobrenombre del ‘doctor abuelito’.
Pero también era un tejedor. Elaboraba hamacas con chambira, una palma grande y espinosa originaria de la Amazonía. Este producto lo enviaba con los indígenas que viajaban a la ciudad o al exterior en su lucha contra la petrolera Chevron Texaco. Sobrevivía con la venta de esta artesanía.
El abuelo Piaguaje, según contó su hija Sara a los líderes secoya, estuvo de visita en la comunidad de San Pablo por dos semanas. Pasado ese tiempo regresó a su hogar en Bellavista, ubicada a 7 km. Para entonces ya había enfermos, quienes consideraron que tenían una simple gripe. Piguaje estuvo en contacto con una de las familias contagiadas.
El abuelo se sintió mal a los dos días de esa visita. Uno de sus hijos pensó que pronto se recuperaría, pero notó que su respiración se afectaba rápidamente. Sara lo cuidó por tres días más y fue la testigo de su enfermedad: una tos aguda, dolor de estómago y calambres. No pudo usar sus propios brebajes porque el virus avanzó y ya no quiso tomarlos. Unos médicos, que llegaron en busca de otro enfermo, supieron del caso de este abuelo. Al día siguiente volvieron a la comunidad para tomar una muestra al hijo de Piaguaje, quien dio positivo.
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