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Correos delatan la manipulación del correísmo en los juicios del 30-S
Los correos de Pamela Martínez y de Laura Terán, procesadas por el caso Sobornos, muestran cómo los juicios derivados de la protesta del 30-S fueron manipulados desde una oficina externa de la Presidencia de la República, que funcionaba en el norte de Quito.
Rafael Correa, en el centro, en el Regimiento Quito N°, el 30 de septiembre del 2010. Foto: Archivo / EL COMERCIO
Los correos de Pamela Martínez y de Laura Terán, procesadas por el caso Sobornos, muestran cómo los juicios derivados de la protesta del 30-S fueron manipulados desde una oficina externa de la Presidencia de la República, que funcionaba en el norte de Quito.
Según documentos judicializados, desde ese lugar se instruía a funcionarios correístas para que se presentaran ante fiscales, secretarios, funcionarios del Consejo de la Judicatura, jueces desde primer nivel y magistrados de la Corte Nacional. Así seguían de cerca los procesos para garantizar sentencias a favor de ellos. Esto ocurrió en al menos 21 casos.
En este esquema de presión y control, Martínez ejercía un rol de coordinadora. Debajo de ella había abogados que se encargaban de hablar con los operadores de justicia. Todos los movimientos fueron informados a través de correos.
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