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Chevron, las Farc, Maduro: los dilemas éticos de la izquierda

24/09/2018 4Pelagatos - Diego Ordóñez

Combatir a Chevron, se convirtió para la izquierda antiimperialista en una cruzada. Correa se enancó en la causa para codearse con el “red set” de Hollywood y de paso que sus crápulas publicistas hagan plata.

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Pinochet acabó con un proyecto comunista que destruyó la economía de un país tradicionalmente estable. Castro acabó con una dictadura corrupta. Pinochet devolvió un país en crecimiento y prosperidad, salido de la quiebra. Castro nunca devolvió el país y de ser floreciente económicamente lo llevó a la quiebra económica y al envilecimiento de su gente. Pinochet y Castro fueron dictadores sanguinarios. Para la izquierda, sin embargo, el primero es un asesino y el segundo es un mito, un ejemplo, un ídolo.  

Los socialistas españoles, Felipe González a la cabeza, para salir del franquismo se sumaron a la transición y apostaron por la democracia. Los socialistas de Zapatero y Sánchez, aliados al Podemos de Iglesias, marxista anacrónico, escudan a un dictador tonto y matón. El presidente Moreno, influido por Zapatero a quien y con razón, el secretario de la OEA, le dijo imbécil, mantiene la postura de criticar con delicadeza a Maduro, que pasea su impudicia atragantándose un costoso filete de res, impagable sino con los recursos del negocio que sostiene a ese gobierno: el narcotráfico. 

Combatir a Chevron, se convirtió para la izquierda antiimperialista en una cruzada. Lograron que sea causa nacional, expresión de patriotismo, evidencia de nacionalidad. Correa se enancó en la causa para codearse con el “red set” de Hollywood y de paso que sus crápulas publicistas hagan plata. Los llamados perjudicados, que sí hay, fueron timados en manos de abogados aventureros y aprovechadores que fraguaron una estrategia sucia para obtener una sentencia descomunal. Informes periciales torcidos, sentencias pagadas, connivencia judicial por la presión política del correísmo que mostraba, sin pudor, las evidencias de ser dueño de la justicia. El fallo arbitral de La Haya desnudó el fraude. La izquierda cínica, en vez de increpar a los responsables, levanta, sobre el tinglado fraudulento, la bandera de la soberanía para que el Estado insista en defender la causa chueca.

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